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¿Esta U está más cerca de la B que la versión 2021? El temor y las dudas que deja la nueva caída en el Superclásico

Universidad de Chile vuelve a inclinarse ante Colo Colo y es cuestión de tiempo que complete diez años sin ganarle al archirrival. La afrenta es incluso mayor si se considera el más extenso invicto albo frente a los estudiantiles en el Monumental, pero en el club universitario ni siquiera hay espacio ni ganas de revisar la estadística ante el principal adversario del club. Apenas terminado el duelo que se disputó en Talca, hay materias más urgentes que abordar. Por lo pronto, basta mirar la tabla de posiciones para darse cuenta de la urgencias: los laicos ocupan el duodécimo puesto de la clasificación, pero ni siquiera así pueden estar tranquilos. Los separan apenas tres puntos de Deportes Antofagasta. Los nortinos solo anteceden al colista Coquimbo Unido y, en este momento, son el segundo equipo en zona de descenso directo.

El peligro para los azules es real y, nuevamente, coincide con la caída en el segundo Superclásico de la temporada. En 2021, después del revés frente al Cacique, vino una debacle: los universitarios estuvieron 11 partidos sin ganar (perdieron con Wanderers 2-1; empataron 2-2 con Antofagasta; cayeron con Everton 1-0; con Audax 0-1; Palestino, 0-1; Melipilla, 3-0; con Curicó, 1-2; con Ñublense, 1-0 y con la UC, 1-0; e igualaron 0-0 con O’Higgins y con Cobresal, también con la cuenta en blanco. Solo en la última jornada, con la soga al cuello y a segundos de decretar el segundo descenso de su historia, reaccionaron para doblegar a Unión La Calera y mantener la categoría.

Esta temporada, el panorama tampoco resulta demasiado halagüeño. De partida, porque el fixture incluye partidos que se advierten altamente complejos para un equipo que aún no es capaz de mostrar solidez. Sin ir más lejos, Unión Española, Curicó Unido y un nuevo clásico, ante Universidad Católica, aparecen como los escollos más próximos y difíciles de abordar para el equipo de Diego López. Los azules no solo mirarán semanalmente a su rival de turno. De reojo, también estarán pendientes del asedio del fantasma más temido: el del descenso.

Incluso fuera del campo el club hace agua. La división entre los fanáticos y Azul Azul es ostensible y se refleja frecuentemente en acciones de protesta. El último cuestionamiento apunta a la ausencia del presidente de la concesionaria, Michael Clark, en el Superclásico disputado en Talca. Razones de índole personal explican, según apuntan en el club, su inasistencia al Fiscal, pero incluso desde el mismo directorio hay dardos para el timonel, personificados en un tuit del abogado José Joaquín Laso miembro de la mesa. “¿Dónde está el piloto?”, preguntó por Twitter. Otro reflejo de la caótica situación.

Un equipo más débil

Lo peor para la escuadra de Diego López son las señales que refleja. Sus falencias en todos los sectores son notorias, aunque es en la defensa donde más se dejan notar. Para peor, en todo el campo de juego se nota la ausencia de líderes que sean capaces de asumir la presión que implica el momento. Algún intento en ese sentido de Ronnie Fernández o del argentino Emmanuel Ojeda y, ante la lesión de Nery Domínguez, quien llegó precisamente para aportar en ese sentido, muy poco más. El técnico uruguayo, forzado en gran parte por la carencia de alternativas, ha debido echar mano a valores jóvenes como Daniel Navarrete, Darío Osorio y Lucas Assadi, por mencionar a los que generan una mayor ilusión en el Centro Deportivo Azul, pero es impensable que elementos como ellos, a pesar de sus condiciones futbolísticas, puedan echarse encima la responsabilidad histórica que tendrán sobre sus hombros. Ciertamente, vale la aclaración: ya no hay espacio para nuevas incorporaciones, por lo que López tendrá que arreglárselas con lo que tiene para sobrevivir o morir.

“No veo ningún avance ni en el técnico ni en los jugadores avezados. Voy a liberar a los chicos. Materia prima puede haber, pero ellos funcionan cuando el equipo anda bien. Las figuras no han respondido. No siempre el técnico tiene que dar la cara, también los dirigentes. Tienen que responder qué es la U, qué los que pretenden. Con este equipo vamos a pelear el descenso nuevamente. Yo no veo por donde pueden subir el rendimiento”, apunta, con un marcado pesimismo, Roberto Reynero, ex capitán del cuadro laico, quien vivió el trauma del descenso en 1988, en una mirada que procura extenderse más allá de los límites del campo y abordar una crisis institucional global.

“Claro que es más débil, por supuesto. La U viene con cuatro años de problemas. Hoy no tiene nada, solo el peligro de descender. No tiene un buen equipo, un plantel que no sirve para nada. El ecuatoriano que hizo el plantel no tenía idea, los dirigentes no están ni ahí. Los jugadores necesitan que alguien esté ahí. Para qué está el presidente. La U no tiene plantel. Ojalá que se salve, porque va directo a eso. Está a tres puntos. Es lamentable lo que está sucediendo”, añade Héctor Hoffens, otro histórico, casi a modo de grito de auxilio.

La única voz disidente en este sentido es la de Mariano Puyol. “Sinceramente, no. Es muy prematuro para pensar y pronosticar una debacle. El plantel de hoy tiene muchas más herramientas, como para no pasar las zozobras que pasamos el año pasado. Es un plantel joven y eso es lo que más hay que fijarse. Eso es bueno. En ese sentido, soy súper positivo. Veo chicos de gran futuro, que hay que darles espacios, aunque la mochila pesada no es el momento ideal. Hay que dejarlos crecer, allanar su desarrollo, que no se hagan responsables de esta mochila. Ahí tienen que pesar los más viejos. Hay que seguir insistiendo con Osorio, Asad, Navarrete, los Tapia”, plantea. “Hace muchos años, también salió una hornada joven a salvar el club. O a mediados de los ochenta. Yo por eso hago esa homologación. Yo viví esos procesos. Salvarse en una promoción y levantar. Hay siete y ocho jugadores formados en casa. Eso es bueno y hay que insistir en eso. Y que los experimentados sepan sostenerlos”, apunta.

No hay caudillos

La falta de soportes para jugadores que recién están completando sus procesos formativos es una de las materias que más inquieta. De hecho, en ese acápite no hay discrepancias, aunque sí matices. “No hay un caudillo. La prueba está en la rotación de capitanes. Yo pensé que Ronnie Fernández podía ser uno. Domínguez llegó recién. A los demás, que son todos cabros chicos, no se les puede exigir. Me gusta López, pero tiene que empezar a jugársela con la gente experimentada, a la que no le tirite la pera. Ya no puede probar con los chicos. Vienen solo finales. A la U siempre le quieren ganar todos, pero en esta situación, será mucho más fuerte esa situación”, plantea Hoffens.

La postura de Reynero es aún más crítica. “En este momento no veo por donde la U salga airoso. Ahora hay que mirar a todos los equipos como grandes y nosotros jugar como chicos. La U ni siquiera tiene nombres. Ronnie, Junior, Palacios eran figuras en sus equipos, pero tienen que saber donde están y eso, claramente, no está pasando. En la U hay que correr un 200 por ciento. Todos le querrán ganar a la U. No veo por donde tenga salida y tampoco un equipo coherente, compacto”, sostiene.

Puyol prefiere la cautela. “Desde afuera no veo los liderazgos, pero no conozco la intimidad de los grupos. Siempre en los grupos hay líderes que externamente no se visualizan. Seymour es un líder, no tengo duda de eso, de que puede aportar. También está Ronnie Fernández, Junior también lo puede ser. Ojeda es un jugador importante y por ahí va. Pero, insisto, no creo que sea cómo lo del año pasado. Es importante ver a los jóvenes instalarse en el primer equipo. Ojalá que este trayecto sea lo menos incómodo, que no tengan que asumir una responsabilidad que no les corresponde. Que es de otros”, sentencia el ex portador de la jineta estudiantil en otro momentos críticos.

Original de La Tercera
Foto: Agencia Uno

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