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Internacional

Quién es quién en la futbolera familia real de Qatar, el clan que desafió a la FIFA al prohibir el consumo de cerveza en los estadios del Mundial

Qatar representa el Mundial del lujo y la opulencia. Todo está construido al más alto nivel (hasta se creó el nivel Very VIP en los estadios, como muestra) y no se escatimó en gastos a la hora de hacerle frente, incluso, a factores naturales como la alta temperatura. Qatar es, también, el Mundial de los cuestionamientos. Las aprensiones comenzaron en el momento en que se comenzó a barajar la posibilidad de asignarle la sede a un país sin ninguna tradición futbolística, pero al que le sobraba lo otro: el dinero.

Los cuestionamientos no son deportivos, sino culturales y políticos. Sin ir más lejos, a horas de la inauguración del evento, la FIFA sufrió un duro golpe: las autoridades del país asiáticos prohibieron el consumo de cerveza en los estadios, una de las banderas de la organización que rige al fútbol mundial para estos eventos, y la circunscribió a sectores específicos, en la línea de sus leyes. El costo no es solo simbólico: Budweiser, patrocinador oficial de los mundiales, invirtió unos US$ 75 millones para ocupar un lugar destacado. Ahora, además, le busca destino al cargamento de la bebida que había llevado a Medio Oriente.

No es el único. También los ha habido por los abusos laborales que se han cometido en la preparación del torneo y por la discriminación de la que son objeto las minorías sexuales. Aunque el discurso oficial es que todos son bienvenidos, en la práctica hay señales concretas: la bandera de la comunidad LGBTQ está prohibida, aunque los deportistas se han rebelado, utilizándola en las jinetas de capitán. Se exponen a cuantiosas multas.

En todos los casos, las miradas apuntan en un solo sentido: la familia Al-Thani. Vale decir, la realeza del país cuya principal riqueza es el petróleo. Se trata de una dinastía que controla el emirato desde el siglo XIX y cuyo patrimonio es, a estas alturas, incalculable, aunque se estima en 335 mil millones de dólares entre toda la familia. Si sirve la referencia, su poder adquisitivo les permite tener más propiedades en el Reino Unido que la familia real británica. Y si hay que acercar el ejemplo al fútbol, hay que consignar que detentan la propiedad del PSG y no se han hecho grandes problemas para reclutar a estrella del nivel de Lionel Messi, Neymar o el español Sergio Ramos, por citar a los emblemáticos, en un plantel plagado de figuras.

El deporte como instrumento

Los Al-Thani controlan Qatar desde el siglo XIX. A diferencia de otras dinastías árabes, no descienden del profeta Mahoma. El jeque Tamim bin Hamad Al Thani se transformó en la máxima autoridad de Qatar a los 33 años, en reemplazo de su padre, Hamad bin Khalifa Al Thani, quien abdicó en 2013. Ese cambio en el poder ya es paradigmático, pues se trató de una transición pacífica y no de un golpe de estado, como el que había protagonizado el anterior emir, Sheikh Hamad bin Khalifa, quien aprovechó un viaje de su padre Khalifa bin Hamad, para destronarlo.

La asunción de los Al Thani supuso, también, una apertura de Qatar hacia el plano internacional. Y en ese escenario, el deporte jugó un rol clave. Sheik Tamim estuvo a cargo de las inversiones de su país y supervisó directamente la candidatura que, finalmente, les permitió quedarse con la organización del Mundial. Es, además, miembro del Comité Olímpico Internacional y tuvo la intención de anotarse con un doblete: postuló al emirato como organizador de los Juegos Olímpicos de 2020, responsabilidad que, finalmente, recayó en Tokio. Curiosamente, no se le ha visto jugando fútbol: sí existe algún registro suyo practicando bolos y bádminton.

Lo concreto es que ha sido el fútbol el que les ha brindado notoriedad a nivel mundial. En 2010, el jeque Abdullah Bin Nasser Al Thani adquirió el Málaga, un proceso que deportivamente fue conducido por Manuel Pellegrini. La irrupción de los boquerones alcanzó ribetes continentales. De la mano del Ingeniero, llegaron a instalarse en los cuartos de final de la Champions League, instancia en la que fueron eliminados con polémica por el Borussia Dortmund. Al año siguiente, lograron clasificarse a la Europea League. Hoy, sin embargo, no viven días felices: cierran la tabla de la Segunda División, con apenas 11 puntos en 16 partidos. Lo que está claro es que necesidades no pasan.

Los intereses económicos están, a estas alturas, diversificados. Marcas como Al-Jazeera y Qatar Airways ya están familiarizadas a nivel mundial. A través de Qatar Investment Authority, un multimillonario fondo de inversión estatal, el país extiende sus influencias en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y Europa.

La FIFA los trata con pinzas

Por estos días, la FIFA ha procurado mantener el equilibrio de la relación. El día en que se restringió el consumo de cerveza en los recintos deportivos en que se juega el Mundial, la reacción del organismo fue, paradójicamente, tibia. “Luego de las discusiones entre las autoridades del país anfitrión y la FIFA, se tomó la decisión de concentrar la venta de bebidas alcohólicas en el FIFA Fan Festival, otros destinos de fanáticos y lugares autorizados, eliminando los puntos de venta de cerveza de los perímetros del estadio de la Copa Mundial de la FIFA de Qatar”, planteó, mediante un comunicado oficial, sin entrar en confrontaciones.

“Las autoridades del país anfitrión y la FIFA continuarán asegurándose de que los estadios y las áreas circundantes brinden una experiencia agradable, respetuosa y placentera para todos los aficionados”, profundizó, otra vez, sin entrar en polémicas.

La misma postura se ha visto reflejada en las intervenciones de Gianni Infantino en relación a las acusaciones de discriminación. “Hoy tengo sentimientos fuertes. Hoy me siento qatarí, me siento árabe, me siento africano, me siento gay, me siento discapacitado, me siento trabajador migrante”, partió diciendo el timonel, en una conferencia previa al inicio del evento, en relación a las principales acusaciones que giran en torno a las autoridades locales.

Sin embargo, no tardó en contrarrestarlas. “Soy europeo. Por lo que hemos estado haciendo durante tres mil años en todo el mundo, deberíamos disculparnos por los próximos 3.000 años antes de dar lecciones morales”, planteó, a modo de autocrítica “Me cuesta entender las críticas. Tenemos que invertir en ayudar a estas personas, en educación y en darles un mejor futuro y más esperanza. Todos deberíamos educarnos, muchas cosas no son perfectas, pero reformar y cambiar lleva tiempo”, insistió. Luego, pasó derechamente al ataque, en defensa de su socio: “Esta lección moral unilateral es solo hipocresía. Me pregunto por qué nadie reconoce el progreso logrado aquí desde 2016″.

“No tengo que defender a Qatar, ellos pueden defenderse solos. Yo defiendo el fútbol. Qatar ha progresado y siento muchas otras cosas también”, concluyó. La defensa, eso sí, era evidente.

Original de La Tercera

@EstudioEstadio

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