La natación se ha consolidado como una de las actividades físicas más completas y recomendadas por médicos y especialistas en salud. Diversos estudios científicos han demostrado que nadar con regularidad no solo mejora la condición física, sino que también fortalece el sistema cardiovascular, favorece la salud mental y ayuda a prevenir enfermedades crónicas.
Un ejercicio de bajo impacto y alto rendimiento
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la natación es un ejercicio aeróbico de bajo impacto, ideal para personas de todas las edades y condiciones físicas. A diferencia de otros deportes, el agua reduce hasta un 90% el peso corporal, lo que disminuye la presión sobre las articulaciones y huesos.
El doctor Daniel Green, investigador del Centro de Medicina del Ejercicio de la Universidad de Australia Occidental, explica que “nadar regularmente mejora la función de los vasos sanguíneos, reduce la presión arterial y aumenta la capacidad cardiorrespiratoria”. Esto se debe a que el cuerpo trabaja de forma constante contra la resistencia del agua, lo que estimula la circulación y fortalece el corazón.
Mejora la salud del cerebro y reduce el estrés
La natación no solo beneficia al cuerpo, sino también al cerebro. Investigaciones publicadas en la revista Physiology & Behavior señalan que nadar estimula la liberación de endorfinas, serotonina y dopamina, neurotransmisores vinculados con el bienestar emocional.
Además, un estudio de la Universidad de Queensland (Australia) encontró que 30 minutos de natación pueden reducir significativamente los niveles de estrés y ansiedad, al activar la relajación del sistema nervioso parasimpático.
La evidencia científica también indica que nadar mejora la función cognitiva y la memoria. Según la Universidad de Indiana (EE. UU.), los adultos mayores que practican natación regularmente presentan un envejecimiento cerebral más lento y mejoras en la atención y el razonamiento.
Fortalece músculos, huesos y sistema inmunológico
Nadar involucra prácticamente todos los grupos musculares del cuerpo: brazos, piernas, abdomen, espalda y hombros. Este movimiento coordinado contribuye a aumentar la fuerza muscular y la resistencia, sin el riesgo de lesiones por impacto.
A su vez, la exposición moderada al agua fría puede estimular el sistema inmunológico, según investigaciones del British Journal of Sports Medicine, al mejorar la circulación y aumentar la producción de glóbulos blancos.
También se ha comprobado que la natación mejora la densidad ósea y ayuda a prevenir la osteoporosis, especialmente cuando se combina con ejercicios de fuerza fuera del agua.
Un aliado contra enfermedades crónicas
La práctica regular de natación ha demostrado efectos positivos en personas con diabetes tipo 2, hipertensión y obesidad. Un estudio de la Universidad de Carolina del Sur con más de 40.000 participantes mostró que los nadadores regulares tienen un 50% menos de riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares que los individuos sedentarios.
Asimismo, la flotabilidad del agua facilita el movimiento en personas con artritis, lesiones o limitaciones motoras, por lo que la natación se utiliza ampliamente en programas de rehabilitación física y terapias acuáticas.
Conclusión: un hábito saludable y accesible
En síntesis, la natación es una de las actividades más completas para mantener la salud física y mental. Favorece el corazón, fortalece los músculos, mejora el estado de ánimo y protege el cerebro del envejecimiento.
Los especialistas recomiendan nadar al menos 150 minutos por semana, siguiendo las pautas de la OMS para la actividad física. Como señala el doctor Green, “no importa la edad ni la condición física; cada brazada es un paso hacia un corazón más fuerte y una mente más sana”.
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