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Radiografía al arbitraje chileno: la realidad de los jueces nacionales en medio de su peor crisis

Los pitos están en el centro de las miradas. El contradictorio testimonio de Francisco Gilabert, un paro que duró apenas un par de horas y la salida de Javier Castrilli, los transforman en el centro de atención. Esta es una revisión profunda de cómo trabaja el referato.

Miércoles 6 de abril. 7 de la mañana. En las canchas auxiliares del complejo que la ANFP mantiene en Quilín, en el mismo predio en que está emplazada la sede del fútbol chileno, justo al lado de donde funciona el INAF, no hay actividad. Sin embargo, en los últimos días, nada en el referato chileno podría ser calificado con esa condición. Todo es extrañeza, desconfianza y muchas dudas.

Pocas horas antes, en una asamblea que se prolongó hasta bien avanzada la noche del martes, la asamblea de un acéfalo sindicato, los árbitros del fútbol chileno habían votado la paralización de actividades. Habían recurrido a un eufemismo para comunicarlo. Se declararon en ‘estado de reflexión’, pero advirtieron que no volverían a dirigir hasta que Javier Castrilli dejara la presidencia de la Comisión que los supervisa y expusieron una serie de argumentos, técnicos y personales, para exigir el término de su gestión y de la del resto de la mesa. El propósito se cumplió, aunque por otra vía. El audio en que el juez Francisco Gilabert reconocía haber recibido presiones para sancionar un penal en el duelo de vuelta de la definición de la permanencia, entre Huachipato y Copiapó, le costó la salida al Sheriff, quien había llegado para reformar el referato chileno. Una reunión de urgencia de los presidentes de los clubes determinó echarlo junto a toda la Comisión. El escándalo no disminuiría: poco después, El Deportivo reparó en las contradicciones de Gilabert. Sus palabras en el registro que había publicado la radio ADN no concuerdan con el tenor del diálogo que sostuvo con el VOR, la cabina que administra el VAR en el partido que se jugó en el estadio CAP. En vez de aclarar, todo vuelve a oscurecer.

Viernes 8 de abril. 7 de la mañana. El paro de los jueces ha terminado. La comisión negociadora compuesta por Cindy Nahuelcoy, Felipe González y Cristián Droguett lo confirma públicamente. Ya se fue Castrilli, los 14 jueces que el transandino había exonerado han sido reintegrados a la plantilla y, aunque siguen desparramadas las esquirlas de los bombazos que la actividad referid sufrió en los últimos días, la rutina de los jueces, por fin, vuelve a parecerse a la que están acostumbrados. Desde esa hora, por ejemplo, ya hay algunos que comienzan el acondicionamiento físico, para no sufrir las consecuencias de la convulsionada semana que habían experimentado. No todos los árbitros trabajan a la misma hora. Hay distintos bloques de trabajo, tanto en jornada matinal como vespertina, diseñados para que los jueces, varios de los cuales no mantienen una relación de tiempo completo con la ANFP, puedan entrenar adecuadamente.

En rigor, unos 40 árbitros mantienen un contrato de tiempo completo con la ANFP. La cifra corresponde a un tercio del plantel de hombres y mujeres de negro. El resto percibe ingresos por los partidos que dirige, aunque igual está sujeto a una serie de responsabilidades. La escala de salarios está determinada por las categorías en las que están habilitados para arbitrar. Los jueces FIFA son los que perciben las mayores cantidades de dinero.

Con números en la mano, un árbitro FIFA, cuya relación con la ANFP es de tiempo completo, percibe un salario base de $ 1.800.000, a lo que hay que agregar $ 200 mil por cada partido en que intervengan, independientemente de la función que realicen. En el caso de los asistentes con la misma categoría, el salario llega a $ 1.200.000, con un ingreso por participación de $ 100 mil. Los jueces principales que no son internacionales ganan $ 1.200.000 más cien mil pesos por participación. Los asistentes, $ 700 mil, más cien mil por encuentro.

La realidad cambia en las categorías inferiores. En la Primera B y en la Segunda División se premia la acción. En la B, la base es de apenas 80 mil pesos, pero el valor de participación llega a $ 470 mil para el juez principal y a $ 280 mil para los asistentes. El cuarto árbitro se embolsa el 60 por ciento de los ingresos del juez central. En Segunda, la base también es de $ 80 mil. El juez central se lleva 280 mil y el asistente, $ 160 mil. Quienes dirigen en el Fútbol Joven perciben $ 120 mil por encuentro.

Las obligaciones van de la mano de la naturaleza del vínculo contractual. Los que están fichados a tiempo completo entrenan durante cinco días, a los que suman los que ocupan en los respectivos partidos. Además, reciben preparación teórica más intensa. Los que no, deben cumplir con al menos tres sesiones semanales de preparación en ambos contextos.

Los internacionales ganan más

Quienes dirigen a nivel internacional obtienen ingresos significativamente mayores. Sorprendentemente, eso sí, las ganancias son menores en los partidos de las Eliminatorias, que les reportan US$ 2.000 a los jueces centrales. Entre los chilenos, los que más veces suelen ser considerados para ese tipo de enfrentamientos con Roberto Tobar y Julio Bascuñán. El último apareció en la lista de los exonerados por Castrilli, una decisión que se revirtió después de que se decretara la salida del transandino.

En la Conmebol, en cambio, los estímulos son mucho más jugosos, pues parten, tanto en la Copa Libertadores como en la Copa Sudamericana, en US$ 2.550 más un viático de US$ 750 hasta llegar a US$ 8.000 en el caso de ser designado para impartir justicia en la final de alguno de esos torneos. Los ingresos de los asistentes fluctúan entre los US$ 1.670 y los US$ 6.000 para ambos extremos de las respectivas competiciones. El cuarto juez percibe entre US$ 1.450 y US$ 5.000. Tobar ha tenido el privilegio de dirigir varias finales continentales y, por ende, de recibir el pozo más alto.

Un gremio variopinto
La composición del gremio, que considera a los que se formaron como jueces en el INAF, ofrece una diversidad de actividades ajenas al ámbito futbolístico. La mayoría estudió, también, carreras relacionadas con la parte física o con el área de la salud. “Son las más compatibles con la carrera y, aun así, cuesta ejercerlas, por las obligaciones que demanda ser árbitro”, explica Felipe González. El juez es uno de los que tiene contrato de tiempo completo, por lo que entrena de lunes a viernes y, cuando estaba Castrilli al mando de la Comisión, debía estar dispuesto a rendir pruebas teóricas semanales y a asistir a las charlas personalizadas con el entonces jefe. El desempeño en los partidos concentra la mayor importancia: es el 70% de la calificación. El rendimiento define ascensos y descensos durante cada temporada.

El peso de los árbitros chilenos es medido una vez por semana y se les mide el porcentaje de grasa una vez por mes. Existen recomendaciones nutricionales que se hacen más exigentes si no están dentro de los parámetros. Un exceso evidente en el peso o en el porcentaje de grasa puede conllevar una suspensión.

La formación teórica resulta clave. Aunque Castrilli anunció una auténtica revolución en esta materia, lo concreto es que la evaluación de sus dirigidos no resulta la mejor. “Todas las comisiones han trabajado la parte teórica, no solo la de Castrilli. Siempre hemos tenido pruebas de reglas, se analizaban las situaciones conflictivas que, quizás, pudimos resolver distinto. En las época de Osses y Osorio había reuniones semanales. Castrilli lo anunció, pero nunca lo hizo. Usaba metodología antigua, retrógrada. Para algunos no era la correcta. Hoy todo avanza hacia la tecnología, hacia el progreso, a que se acorten los tiempos, por ejemplo en el VAR. En la única clase práctica que tuvimos, iba a lo general, casi como en el comienzo de la carrera en el INAF. Todo muy básico”, evalúa González.

De todas formas, el mismo juez reconoce que su punto de vista, aunque representa el sentir de la mayoría, no grafica a la totalidad de un gremio que acusa el desgaste de semanas intensas, que incluyeron la remoción de la mesa sindical que encabezaba Johnny Harasic. “En la votación del paro, hubo 54 abstenciones que son una señal. Como en todo orden de cosas, siempre hay gente leal al gobierno de turno. Y hay otra disconforme con la gente que dirige”, plantea. Lo que sí descarta es la existencia de facciones. “Grupos marcados, no. Nunca lo sentí así. Hay afinidades con unos u otros. Grupos marcados, no. Al menos yo no lo noté. La carga la llevan los internacionales y después están los de Primera. Bascuñán y Tobar, que despiertan admiración entre los más jóvenes, tienen el mismo voto. En la asamblea se considera a todos por igual”, sentencia.

Su última reflexión es la más sentida. Tiene que ver con las urgencias que debe afrontar el referato nacional después de su crisis más aguda. “Al arbitraje chileno lo que hay que mejorarle, con todo lo que ha pasado, es la confianza y la credibilidad que debemos transmitir como jueces en una cancha. Eso quedó golpeado. Hacen juicios morales y la probidad de mis compañeros no es algo que se pueda cuestionar. Por ningún motivo”, establece.

Original de La Tercera
Foto: Getty Images

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