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Diego López inicia su ciclo en la U con la misión de romper el maleficio que se arrastra desde la era Kudelka

Desde que volvieron los torneos largos al fútbol chileno, la U solo sabe de sufrimientos. En la sumatoria, contando interinatos, los azules acumulan diez técnicos en cuatro años. Los números son categóricos: el último que superó el 50 por ciento de rendimiento por Campeonato Nacional fue Frank Darío Kudelka, quien estuvo en la banca estudiantil durante el segundo semestre 2018 y el inicio de 2019.

Tras el título de los azules en el Clausura 2016-17, los problemas en el CDA no solo pasan por la carencia de nuevos triunfos. A esta altura, ganar un torneo parece una utopía en una Universidad de Chile que peleó el descenso en 2019 y 2021. Y que en 2020 siempre observó la tabla de promedios con preocupación.

Sin un ideario futbolístico claro, menos un proyecto que venga desde arriba, dados los constantes cambios dirigenciales, más que sumar un campeonato, la U busca volver a ser un equipo que esté más preocupado de la parte alta que de la baja.

Por eso, una de las exigencias para Diego López será superar el umbral del 50 por ciento de rendimiento en partidos de Primera División. Algo que parece mínimo para los estándares de una institución como la U, pero que desde hace casi un lustro parece una barrera insuperable para quienes se instalan en la banca laica. Luego de Kudelka, solo Marcelo Jara y Sebastián Miranda llegaron hasta esa cifra cerrada. Ambos, eso si, dirigieron menos de cinco partidos.

Cambios infructuosos

Agregando a Ángel Guillermo Hoyos a la ecuación, desde 2018 a la fecha, la U ha tenido tres entrenadores por torneo. Una “regla” que en este año se cumple. Tras la salida de Escobar y el breve paso de Miranda, Diego López arriba con el fin de romper este ciclo negativo por el que pasa Universidad de Chile.

Durante el primer semestre de 2018 Hoyos fue despedido y reemplazado por Esteban Valencia por algunos partidos. Luego del exvolante, Kudelka asumió y remató tercero, a solo cuatro puntos de la UC. No obstante, la prematura eliminación de la Copa Libertadores ante Melgar y una seguidilla de derrotas lo sacaron del CDA. Su sucesor, Alfredo Arias, lo pasó mal de principio a fin. El charrúa jamás encontró el modo de sacar a los azules del fondo.

En 2019, Hernán Caputto arremetió como interino en un inicio. Al tiempo fue ratificado. El primero en vivir esta situación, que más adelante se repetiría. Con el otrora arquero, la U cerró el tormentoso 2019 en la posición 15°. Aquel torneo, vale recordar, finalizó antes de lo estipulado. La U tenía un partido menos que Deportes Iquique.

Claro que lo peor de la campaña de 2019 se vivió al año siguiente. Una vez fuera Caputto, quien fue despedido en octubre del 2020, tras el largo parón por la pandemia, Marcelo Jara condujo por un periodo breve, para que luego Rafael Dudamel pasara a tener un capítulo en esta historia de desencuentros e irregularidad.

El venezolano, ayudado en parte por la irregularidad generalizada que se vivió en el cierre de esa temporada, finalizó el año en la tercera ubicación. A diferencia del 2018, esta vez fue a lejanos trece puntos de Universidad Católica.

Cuando Rafael Dudamel deja la institución laica, en la décima fecha del Campeonato Nacional 2021, la U se encontraba en la posición doce. Lejos de las copas, pero no tan cerca del descenso. En ese periodo, Esteban Valencia asume como interino, pero tras los buenos resultados iniciales fue ratificado por Luis Roggiero hasta el final de temporada. Esta fue una de las primeras determinaciones que tomó el ecuatoriano una vez instalado en Santiago.

Cuando el gerente deportivo tomó aquella decisión fue llamativo. Si bien en un momento los dirigidos por el Huevito estuvieron en la cuarta ubicación, el proceso fue insostenible y la U se vio obligada, otra vez, a poner un “interino del interino” al mando. Cristián Romero fue el escogido y a la postre el que dirigió en el inolvidable encuentro contra Unión La Calera.

La pesadilla terminó luego de que Junior Fernandes anotara el 3-2 ante los cementeros en Rancagua. La imagen era elocuente. La U en un llanto de alivio por salvarse de perder la categoría. El estadio vacío por una sanción que recayó en el equipo, precisamente por los desmanes provocados por fanáticos descontentos por la situación institucional. ¿Qué vendría? Otro éxodo.

Se supone que el 2022 sería el inicio de la era Roggiero. Con la espalda de haber construido al exitoso Independiente del Valle, el matemático buscaba aplicar su fórmula en otro país. No obstante, un armado de plantel deficiente, los pobres resultados conseguidos por el técnico que el trajo, Santiago Escobar, y su relación cada vez más tensa con este último, terminaron por cortar en meses algo que se presentó en su momento como un proyecto.

Al final, lo que se presentaba como solución, terminó teniendo el mismo desenlace que los años anteriores. Un interino y luego un DT que viene de afuera a salvar a un equipo en caída libre. Esta vez el elegido es Diego López. Tiene muchas tareas para dejar atrás lo recién relatado.

Original de La Tercera

@EstudioEstadio

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