Kelsey Kaminky tenía 32 años cuando notó un pequeño bulto en su seno izquierdo. Parecía una canica deforme. Su médico, al considerar su corta edad, sugirió que era un quiste benigno y no creyó necesario realizar estudios adicionales. Pero Kaminky insistió. “Me defendí porque sabía, simplemente sabía”, recordó. La mamografía confirmó lo que temía: era cáncer de mama.
Aunque los casos de cáncer de mama en mujeres menores de 40 años siguen siendo estadísticamente bajos —representan solo el 4% de los diagnósticos en EE. UU.—, historias como la de Kaminky son cada vez más frecuentes. Datos del JAMA Network Open muestran que los diagnósticos de cáncer en menores de 50 años están en aumento, especialmente entre mujeres. Entre 2010 y 2019, los casos en el grupo de 30 a 39 años crecieron un 19,4%, y en el de 20 a 29 años, un 5,3%. El cáncer de mama es el más común en estos segmentos.
Más preocupante aún, los diagnósticos en etapas avanzadas también están subiendo. Según la Sociedad Estadounidense del Cáncer, entre 2000 y 2019, la tasa de cáncer de mama avanzado en mujeres menores de 40 años aumentó alrededor del 3% anual. En contraste, la mortalidad ha bajado para las mujeres mayores, pero no para las más jóvenes.
“Tenemos que eliminar la idea de que ser joven te protege del cáncer de mama. No es así. Y eso impacta la supervivencia”, advirtió la doctora Debra Monticciolo, jefa de imágenes mamarias del Centro Médico Dartmouth-Hitchcock.
Diagnóstico tardío, angustia temprana
Kaminky no tenía antecedentes familiares de cáncer. Fue diagnosticada en etapa 1B con un tipo agresivo. Se sometió a una doble mastectomía y meses de quimioterapia, todo mientras criaba sola a sus dos hijos pequeños y mantenía su empleo a tiempo completo en recursos humanos. “Esto va a afectar completamente mi vida y la de mis hijos. No tengo más ahorros y no puedo seguir pidiendo licencias médicas sin sueldo”, confesó.
El impacto no es solo físico o económico: las mujeres jóvenes enfrentan mayor angustia emocional. Muchas experimentan aislamiento, ya que un diagnóstico a esta edad choca con las expectativas sociales de formar una familia o desarrollarse profesionalmente. Además, tienen más probabilidades de padecer formas agresivas del cáncer, que reaparecen con mayor frecuencia.
“Es devastador para cualquier persona tener cáncer de mama. Pero en alguien joven, con una forma agresiva, es particularmente trágico”, expresó William Dahut, director científico de la Sociedad Estadounidense del Cáncer.
¿Por qué no se detecta antes?
Las mamografías de rutina no se recomiendan para mujeres menores de 40 años, ya que los estudios muestran baja efectividad en este grupo. Tampoco se aconsejan los autoexámenes mamarios o exámenes clínicos frecuentes, al no haber evidencia de que reduzcan la mortalidad. Esto deja a muchas jóvenes sin herramientas claras de prevención.
Monticciolo propone una evaluación de riesgo a partir de los 25 años y mejor acceso a métodos diagnósticos para mujeres que noten cambios en sus senos. La falta de orientación médica clara ha llevado a muchas mujeres jóvenes a sentirse desestimadas o ignoradas por sus médicos.
Causas inciertas, realidades urgentes
No hay una única causa para el aumento de casos, pero se han identificado algunos factores: retraso del primer embarazo, mayor exposición al estrógeno por menstruación temprana o menopausia tardía, senos densos, consumo de alcohol, obesidad, exposición ambiental y factores étnicos. Las mujeres negras, por ejemplo, son más propensas a ser diagnosticadas con cáncer de mama a edad temprana y con tipos más agresivos, como el cáncer de mama triple negativo.
Charisma McDuffie, diagnosticada a los 28 años tras visitar a cuatro médicos distintos, lo sabe de primera mano. Después de una doble mastectomía, quimioterapia y reconstrucción mamaria, sigue luchando con las secuelas emocionales: “Nunca tuve problemas de autoestima. Ahora tengo todas estas inseguridades”, dijo sobre sus cicatrices.
Un costo económico difícil de sobrellevar
El diagnóstico de cáncer a una edad temprana suele golpear con más fuerza en lo económico. Muchas pacientes jóvenes tienen trabajos precarios, ingresos bajos y poca cobertura médica. Lindsey Madla, de 33 años, debió suspender dos trabajos y enfrentar una cirugía parcial antes de que el cáncer se expandiera a sus ganglios. Hoy necesita una mastectomía completa y ha recurrido a campañas de financiamiento colectivo para cubrir sus tratamientos.
“Las pacientes jóvenes enfrentan tasas más altas de bancarrota y toxicidad financiera”, afirmó Mary L. Gemignani, codirectora del programa “Mujeres Jóvenes con Cáncer de Mama” del Memorial Sloan Kettering Cancer Center.
Más investigación, más visibilidad
Vanessa Chapoy tenía 24 años cuando fue desestimada por un profesional que atribuyó su bulto a su juventud. Un segundo diagnóstico reveló un tumor del tamaño de una pelota de golf. Hoy, con 27 años y libre de cáncer, sigue enfrentando efectos secundarios del tratamiento y un “quimiocerebro” que afecta su concentración.
“Si hubiera escuchado a ese primer médico, no estaría viva”, dijo.
Chapoy es una de las voces que pide más investigación, mejor orientación médica y una cultura sanitaria que no ignore a las mujeres jóvenes. La oncóloga Leticia Varella lo resume con claridad: “A una mujer joven nunca se le debería decir que es demasiado joven para tener cáncer de mama”.
*Estudio Estadio produce sus propios contenidos, ya sea con el aporte de sus redactores o el uso de tecnología avanzada
@EstudioEstadio