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El poder del movimiento: el ejercicio físico se suma al tratamiento contra el cáncer

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El ejercicio físico podría convertirse en una herramienta terapéutica fundamental en el tratamiento del cáncer de colon. Así lo sugiere un estudio presentado en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica (ASCO), cuyos resultados, publicados en The New England Journal of Medicine, revelan que una rutina de actividad aeróbica estructurada puede reducir hasta en un 37 % el riesgo de muerte y en un 28 % el riesgo de recurrencia o aparición de nuevos tumores.

El ensayo clínico, denominado CHALLENGE, fue liderado por el Grupo Canadiense de Ensayos en Cáncer y realizado durante más de una década con 889 pacientes con cáncer colorrectal en estadios II de alto riesgo y III, que ya habían sido tratados con cirugía y quimioterapia.

La mitad de los participantes fue asignada a un programa de ejercicios con acompañamiento profesional durante tres años. El resto recibió materiales educativos generales sobre salud. Tras ocho años de seguimiento, los resultados fueron contundentes: el grupo activo presentó una supervivencia significativamente superior.

Cambio de paradigma en oncología

“El ejercicio ya no es solo una intervención para mejorar la calidad de vida. Es un tratamiento para el cáncer de colon que debe estar disponible para todos los pacientes”, sostuvo Kerry Courneya, profesor de la Universidad de Alberta y codirector del ensayo.

Durante el primer año, los pacientes se reunían dos veces al mes con kinesiólogos o fisioterapeutas, y luego una vez al mes durante los dos años siguientes. Las actividades incluyeron caminatas, ciclismo, ejercicios en elíptica, entre otras variantes adaptadas al estado físico de cada persona.

“El programa no solo enseñó qué hacer, sino cómo integrar la actividad física a la rutina diaria de cada paciente”, explicó Fernanda Arthuso, investigadora en el Laboratorio de Oncología del Ejercicio en Alberta.

En Reino Unido, el estudio fue coordinado por la Universidad de Belfast y respaldado por el Instituto del Cáncer. Su director clínico, Charles Swanton, subrayó que “el ejercicio ofrece beneficios notables incluso sin involucrar fármacos”.

Resultados con impacto global

Según el investigador principal, Christopher Booth (Universidad Queen’s), el hallazgo representa una evidencia de alto nivel: “Este programa reduce el riesgo de cáncer recurrente, mejora el estado físico y ayuda a los pacientes a vivir más tiempo”.

Para Julie Gralow, directora médica de ASCO, los resultados podrían impulsar un “cambio importante” en la forma en que se integra el ejercicio en el tratamiento oncológico. Mientras tanto, instituciones como el Instituto del Cáncer británico instan a los sistemas de salud a invertir en programas sostenidos de actividad física personalizada.

“El desafío ahora es implementarlo. Recomendamos ejercicio, pero al igual que con la quimioterapia, debe haber infraestructura y personal que lo hagan posible”, advirtió Courneya.

Aplicación más allá del cáncer de colon

Aunque el estudio se centró en el cáncer colorrectal, investigadores como Pamela Kunz, de la Universidad de Yale, creen que los beneficios podrían extenderse a otros tumores sólidos. “Es una vía que merece explorarse con urgencia”, declaró.

Aún se investigan los mecanismos biológicos que explican estos resultados. Las hipótesis incluyen mejoras en la regulación de insulina, reducción de inflamación sistémica y fortalecimiento del sistema inmunológico.

Impacto en América Latina

En América Latina, el cáncer colorrectal es el tercer más frecuente en ambos sexos. Se diagnostica tarde por su evolución silenciosa, y se asocia a factores como edad, sedentarismo, obesidad, dieta rica en carnes procesadas, alcohol, tabaquismo y antecedentes familiares.

En ese contexto, expertos coinciden en que el ejercicio estructurado, científicamente respaldado, debe integrarse como herramienta preventiva y terapéutica. “No es solo prevención, es parte activa del tratamiento”, concluyó Courneya.

La experiencia de pacientes como Margaret Tubridy, de 69 años, quien nunca había hecho ejercicio antes del ensayo, demuestra el poder transformador de la intervención: “Hoy hago pesas, camino con grupos y me siento mejor física y emocionalmente”.

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